domingo, 28 de octubre de 2018


EL  CICLO DE LA VIDA, LA SOCIEDAD DE VIVOS Y MUERTOS Y SU REENCUENTRO
Sisa Pacari.
El ciclo de vida y muerte.
En las comunidades andinas, la vida y la muerte constituyen un permanente  renacimiento, cuyo símbolo es el  churo en el centro de la chakana; vida y muerte es algo inseparable, el uno del otro.
  La muerte no es el final o la terminación del ser; se concibe a la muerte  como el  cumplimiento y culminación de una etapa de la vida. Es la llegada a un momento de la permanencia en la existencia de los seres. De ahí la expresión “Ñawparkallami”,  él o ella  solo se adelantó.
En este sentido,  entendemos que la muerte es como un viaje a otra dimensión de la vida.  El paso a otro nivel del cosmos. La muerte no es final o la terminación del ser. Es la continuidad del ser dentro de la totalidad existencial  
A partir de la experiencia de la muerte en las comunidades andinas, se comprende el sentido de la trascendencia e inmanencia del espíritu de los seres. Después de la muerte podemos estar en el más allá y también en el mundo de los vivos, el kay pacha. El kay pacha “es un producto de la complementación y del equilibrio entre  los dos ejes” tiempo y espacio que se superponen. “La vida y la muerte humanas son fenómenos que se ajustan al comportamiento general del universo y expresan la interacción generatriz y reproductiva  suscitada entre el inframundo ukupacha y el supramundo o hawapacha” (Sánchez, 2015, p. 68).

Volver al origen de la madre tierra: Al seno de la pachamama
El ritual funerario y su significado
Cada una de las comunidades tienen sus costumbres, formas  y ritos. Tienen el carácter festivo; en algunas, hay abundancia de comidas, bebidas, colaboración solidaria de la comunidad. Sin embargo, presentaré algunas de las formas vividas en las comunidades de Saraguro.
En el  cuarto de velación está una hermosa chakana, con flores y luces. Nuestra chakana del cual venimos y nos guía  el corto tiempo de permanencia en esta tierra.  Durante la velación se  canta y se cuenta  la vida del difunto. Esto recuerda  lo que se hacía en la época del Tawantinsuyu a los jefes, incas y  los muertos, como señala Garcilazo de la Vega. Los cantos y poesías que se hacían en aquellas épocas se  llamaba wanka o Lanka, eran himnos y cantos fúnebres.
En el ritual fúnebre en Saraguro  hay dos  espacios y dos momentos de despedida:
1)    El espacio de la casa. En esta morada habitual se cumple la velación. Se viste con el mejor traje: azul negro y blanco. Antes los curas  impusieron que se  vista con un manto café de San Francisco o de  algún santo. A partir de  la década del 1970 del siglo pasado, cuando la misma religión católica insertó  a nativ@s en la catequesis se reflexionó y  se retomó  hacer con la propia vestimenta.
1.1)             La primera despedida. El  día del entierro,  todos los familiares se despiden, conversan, piden perdón y  envían mensajes a los  antepasados muertos. El cadáver sale de la casa.  Lo cargan los ahijados, no  hace la esposa ni el esposo.  Los familiares del finado no deben participar en el traslado del cuerpo. El ayni de llevar los restos mortuorios corresponde a los otros miembros de la comunidad, que en lo posible no tengan lazos de familiaridad sanguínea.
2)   El espacio del campo santo
Ritual de despedida en el cementerio: una vez  bajado  el cadáver y  colocado en la fosa, es el momento triste; la primera porción de  tierra lo arrojan los familiares más cercanos, si es  casado, lo hace la pareja, si  es soltero,  hacen  la mamá y el papá. Luego continúan  otros familiares y los sepultureros.  Cumplido este paso  se dan algunas acciones de acuerdo a las costumbres de cada comunidad. En San Lucas, existe  la tradición de  que los  amigos den  caramelos a los niños y niñas que han acompañado al cementerio. Y   luego, ahí en el cementerio, los  familiares del  decesado  brindan  comida a todos los asistentes, (informa Carmen Vacacela). Y este compartimiento alimenticio termina en la casa.
Ritual de recordatorio
El concepto de trascendencia a otro nivel  del cosmos es importante y por eso no se puede olvidar.  Durante un año   se hacen    las ceremonias  recordatorias: esto es, una misa al mes, a los tres meses, a los 6 meses  y  al fin  al año. ¿Por qué?  Son  4 veces,  que simboliza  las 4 partes de la chakana o cruz del sur, los cuatro principales raymis.
En esta misa del año  existe un ritual muy particular.  Todos los familiares, vecinos y amigos sse convocan  en la casa del finado/a , van al cementerio llevando  comidas, frutas y bebidas. Es  una gran fiesta.
 De retorno en la casa del finad@, se realiza el ritual de la última despedida.  Los familiares se visten con las ropas del difunto  y simulan revivido al difunto. Cargan sus ropas y bailan en círculo.  Entre baile y baile van despojando la vestimenta  del que representa al difunto, luego queman, o regalan para algunas personas, señala  Carmen Vacacela. Es  el ritual del año, de la despedida para que el alma o samay del difunto pueda trascender al hawa pacha o cosmos y formar  parte de la sociedad de los muertos. Solo después de esto  el samay o espíritu entra  en acción y reciprocidad y ayni con los vivos, con su comunidad.   Se vuelve más etéreo y con el tiempo se convierte en los mallkis y  descienden al uku pacha, al seno-centro de la tierra, de donde cobró el palpitar y pasa a integrar la sociedad de los ancestros;  que yo los llamo  son los ancestros cósmicos y biológicos. Con esta despedida del año, se  produce el rompimiento, la disgregación de lo material-terrenal para volver a ser energía. De ahí que, una vez  cumplido el año los mayores cuentan,  que decían “Ahora sí, papito, mamita quedas en plena  libertad para  buscar otra pareja, para rehacer tu vida”. Hasta ese momento,  el  deudo  tiene respeto, se siente comprometido y ligado  a la persona fallecida.
 Antes del año,  el espíritu del difunto permanece en la tierra, cuidando a sus seres queridos. De volver a casarse antes de este tiempo, el difunto  sufre porque no puede entrar en la casa, informa mama Rosa Vicenta Guamán. Su lugar ha sido usurpado. Solo se queda contemplando  desde la distancia. Así señalan, que en sueños  el alma de la persona, habla a los hijas e hijas.
El ritual funerario en todas las culturas originarias-históricas ha sido una parte sustancial de la cohesión social, “del propio sistema de integración de los individuos", asegura Miguel Rivera. "El muerto no desaparece, sino que continúa en la sociedad y es parte de la integración de todos los miembros de esa sociedad".
Ritual de niños y niñas
 Cuando mueren los niños  y niñas hasta la edad de 13 años se baila. Se arregla un altar de blanco y celeste y se vela por 3 días.
Para el ritual de la primera despedida  se hace  lo siguiente: antes de salir de la casa se realizaba una ceremonia, que consiste en  bajar del altar, colocarlo en el ataúd;  tomar las bendiciones de la mamá, del papá y de los familiares maternos y paternos. Luego en un  círculo,  colocando el cadáver al centro, se baila con las velas o cirios.  Si es niña, lo cargan  niñas, vestidas de sarawis o vírgenes del sol;  si es niño, lo  cargan los varones. En el camino de la casa al cementerio , la caminata se hace  acompañado de  la música.  En nuestra filosofía,  los niños que morían se convertían en estrellas y ocupaban un lugar en el  firmamento.

El lavatorio jila takshana o el picha (5)
A los tres o 5 días después del entierro se convoca a todos los familiares del finado para proceder al lavado de sus prendas de vestir y el año del doliente y sus familiares. Estas actividades se hacen en una confluencia de ríos. El lavatorio va acompañado de unos rituales propios para estos momentos. El baño del o la doliente significa la purificación del samay o aliento con los del “aya”; dicen para que el río se lleve hacia mamakcucha todos los “jamazhis” (el robo del aliento, energía por otra persona), dolores y sustos. El lavatorio del cinco se trata de la purificación de las ropas,, quinees lavan en el río no deben  mandar ninguna ropa en el agua, porque  esto trae malos augurios. Luego se  hace la limpieza y purificación del ambiente y de la vivienda del difunto. Se queman las ropas  o se dividen entre los hijas e hijas. Todas las pertenencias del alma deben ser despachadas adecuadamente.
Según las costumbres que difieren de lugar a lugar, algunas de las vestimentas del finado pueden ser entregadas a sus familiares, o algún comunere, según el rol de importancia que éstos desempañan en la  comunidad

EL REENCUENTRO ENTRE VIVOS Y MUERTOS:  día de los difuntos
 No es posible dejar la pertenencia a este mundo, la sociedad de los vivos. Los muertos viven en permanente relación con sus familiares y la comunidad. Esta realidad de relaciones del alma con los vivos, “incluso se logra después de los tres años” (Sánchez, 2015), cuando se despide para el encuentro con el origen.
En la cosmovisión de pueblos nativos, los seres humanos  no mueren, pasan a otra vida donde el diálogo es posible. Los ingredientes principales para "dialogar" con los muertos son el champús y el pan amasado en casa. “La preparación del champús, el alimento ritual funerario de los pueblos del norte, requiere harina de maíz, panela y hojas verdes de limón. Esta preparación es consumida exclusivamente en noviembre o en los funerales de adultos y es considerada como la colada predilecta de los muertos”.
La fiesta de los difuntos, en las comunidades andinas, así como en otras comunidades originarias raizales de América Latina, es muy importante.  Se hacía todo el mes de noviembre por eso se le llamaba ayamarkay
El día de los difuntos es el reencuentro  de la sociedad de los muertos o  mundo de los espíritus con la sociedad de los vivos. Este día,  se debe  llevar la comida preferida del que en vida fue, se prepara la víspera  y el día dos de noviembre   en el campo santo se  comparte con las almas, se  come y se hace intercambio con  los familiares. Recuerdan que antes  de las comunidades de la parte oriental (Oñacapac, Tambopamba, Ñamarin, Tuncarta) traían  matiuchu,  mote y carne, y en un mantel blano se  compartía la comida con todos los presentes. Inclusive  había música. Desde que estas comunidades  crearon su propio cementerio, debido a la distancia del  centro de Saraguro,  lamentablemente se ha disminuido esta tradición. Influidos por la religión católica y las sectas religiosas se está perdiendo, porque  estas religiones infunden en sus seguidores que no es fundamental  visitar el campo santo porque  “los muertos están bien muertos”.
Es importante anotar que  en la cosmovisión andina de Saraguro, se conoce que los espíritus o almas empiezan a llegar   desde el 30 de octubre. El día 31 es el retorno de las almas de los niños, el 1 de noviembre es el día de los vivos, de la espera de las almas mayores; y el 2 es el de difuntos.(Rodolfo Sánchez, 2015, p. 74).
El día primero  de noviembre, –día de todos los santos en la religión católica,-  se hacen las wawas de pan, caballitos de pan, los padrinos y madrinas regalan a sus ahijados. Este día se renueva el compromiso y la relación entre  padrinos –ahijados; ese  fue el compromiso que adquirió cuando aceptó ser padrine.
Las wawas de pan  en mi opinión  serían  el símbolo de los niños menores de 7 años que llevaban el mensaje a Wirakcucha el día del solsticio de Intiraymi,  cuando los incas, especialmente Pachakutik- pensaron que se cerró  el camino de comunión entre vivos y muertos, y que los dioses habrían abandonado para siempre su creación, según expresa Sullivan; estos niños llevaban el mensaje  pidiendo a los dioses la permanencia y vida humana en el planeta tierra,  que no se de un pachakutik de la oscuridad, “Ama Pachakutik”.

 Si  los familiares no se van al cementerio, las almas  están allí tristes,  buscan por todas partes, preguntan si no han visto a los familiares. Esperan y luego de la semana retornan diciendo “No han venido… nadie aparece,  se han olvidado de mí, “shuk wata kutisha, ichapish chayman shamunkakuna”.
Por eso es importante no olvidarse de las almas para no romper  esta relación de convivencia. Las almas o espíritus de los difuntos retornan para compartir en la convivencia de muertos y vivos de la comunidad. Esta convivencia da sentido de unidad y restauración de la armonía cósmica.
La muerte trae unión y memoria, no separación ni olvido, de ahí que, esas relaciones sociales  son más significativas para los vivos que para el propio muerto.
Signos de  la muerte
En nuestras comunidades hay personas que conocen los signos de la presencia de la muerte. Es decir conocemos y entendemos el lenguaje de la muerte. El alma de la persona que va a morir se presenta con  un año de anterioridad,  “recoge los pasos”, es decir viaja por los lugares que en vida  transitó. En este viaje, puede aparecer y conversar con la gente conocida  de su familia y muy especialmente con aquellas personas con quienes tiene alguna deuda que pagar o cobrar. Cuentan las personas que lo han visto corriendo, cansado y destilando abundante sudor (jumpi sapa tuparka).
Los signos de la presencia del alma de la persona que va a morir   son diversos. Existen las huellas del alma en los caminos recorridos, lo llaman “aya kuynay” el vómito del alma; el lloro del búho;  la presencia de ciertas aves en las casas; los signos de la producción de los cultivos, “sapalluta tarpushpa, ancha pukukpika, sapalla sakirinki”, la persona sembró el sapallo o cualquier otro producto y  ese año fructificó  en demasía, señalan las compañeras puruhaes;  las aguas de las fuentes o vertientes manifiestan  un estado diferente al normal; las personas demuestran un tipo de cansancio  en las caminatas y en el trabajo; “la presencia de ciertas formas de vientos, los matices de la luz del atardecer (antawara); la manifestación de la imagen de la persona que va a morir (especialmente en las noches de luna); las pesadillas que sufren algunas personas en la noche de sueño (alma ñit'in)”, acota Rodolfo Sánchez. La persona se muestra envejecida en el último tiempo; han visto  en su físico una calavera, es decir hay un cambio en su rostro y en su forma física y por que no decirlo en su interior, cuando ha  realizado una acción que  en su vida nunca lo practicó o dijo.
Saraguro, 27 de octubre del 2018